
Editorial
Por Juan Miguel Álvarez Jiménez
Según Wikipedia, una hinchada es un conjunto de simpatizantes de un determinado equipo de Futbol. Lo que no dice esta enciclopedia virtual es que para que ser un verdadero hincha se debe sufrir y a veces hasta llorar.
No hay nada peor como sociedad o colectivo que perder la fe en algo o en alguien en el que hemos creído. La desilusión y el despecho no sólo pasa en el amor de pareja, también ocurre en la relación pasional que entablamos con un grupo de personas que sentimos que nos representan y entregan todo por nosotros.
Hace 16 años, 4 meses y 9 días, Manizales vivía la noche mas alegre de su historia por motivo de un grupo de peludos en pantaloneta (como diría mi madre). Un verdadero conjunto de gladiadores de armadura blanca y guayos negros, que entregaron la vida por una ciudad. Mi querida Manizales del Alma.
Hoy domingo día de la madre, recuerdo con nostalgia esa época dorada de Galvan Rey, Arnulfo Valentierra, Juan Carlos Henao, Elkin Soto, entre otros. Unos años gloriosos en donde ser hincha del blanco blanco era motivo de orgullo. Una época que se perdió en el tiempo, en la mala gestión de sus directivos, en los egos administrativos y algunos deportivos. Una historia que se quedó únicamente en la retina de muchos seguidores. Hoy en día cuarentones y cincuentones que se unen para elevar un grito al cielo naranja de la ciudad ya que añoran el buen futbol y los encuentros dominicales con los amigos entorno a una camiseta blanca.
El Once Caldas no es simplemente el equipo de Futbol de Manizales, es una marca de ciudad. Una institución que merece respeto y en la cual queremos seguir creyendo. Primero porque después de tocar la gloria aquella noche fría en el Palogrande contra el Boca Juniors de Maradona, Caniggia, Riquelme, Tevez, Palermo, Schiavi y Schelloto, sentimos la efervescencia única e indescriptible de los Campeones. Segundo porque Manizales y su gente se merecen un equipo a la altura, que cambie el sudor por aplausos y los goles por honor.
Amigos cuarentones, necesitamos de vuelta al blanco de Colombia, al equipo grande pero humilde, al conjunto de casa, de nuestros amores, de nuestro corazón. Ese grupo de Guerreros que por amor van a dar todo por recuperar los lugares de privilegio en donde sólo los más grandes han llegado. Para volver a la cancha todos los domingos y cantar con locura: “Señores yo soy del Once desde la Cuna”.