Las mejillas rosadas del norte de Caldas

Opinión

Por: Juana Manuela Rodríguez Carmona
Licenciada en Ciencias Sociales/ Estudiante de Historia/ Maestrante en Estudios Territoriales
Foto por Jhon David Lenis Cardona
Desde las montañas tendidas propias del clima frío irrumpe un pequeño corregimiento del norte de Caldas, que al son de los silbidos del viento, los murmullos en la plaza y la mirada cómplice de algunos habitantes evidencia que allí el Paisaje Cultural Cafetero ha terminado. De repente, el cultivo de café es inexistente, igual que el plátano y los árboles frutales, el calor es engañoso y se cobija bajo corrientes de aire que motivan a usar la ruana y las medias gruesas. Allí, bajo la mirada tímida y curiosa de un nuevo lugareño, sus habitantes continúan las labores que día a día permiten llevar comida a sus casas, unos cultivan papa, otros ordeñan vacas, otros son arquitectos, albañiles, fontaneros y arrieros, profesiones que no requieren un título universitario en el pueblo, otros producen quesos, yogures y arequipes, otros son grandes comerciantes y otros, especialmente las mujeres, se dedican a mantener los pisos de madera como espejos expectantes ante la llegada de sus esposos.
Las personas de tierra fría se reconocen con facilidad, especialmente cuando sus pies ocupan un clima diferente a ese viento que quema las mejillas, esas que mantienen un color rojizo y advierten el clima frío extremo. Cuando en tierra caliente danzan y cantan con exuberancia y comodidad, toman refrescos para el hostigante calor y utilizan unos vestidos cortos para ventilar la luminosa piel de la tierra caliente, los paramunos llevan una vida más tranquila, charlando en las tardes al son de un chocolate y unas cuantas hojuelas, esas que ayudan a tomar calorías para las jornadas de trabajo lluviosas y los vientos que se mueven al son de las montaña y maltratan levemente la piel. De alguna manera, la nobleza e inocencia que se vislumbran en los pueblos se ponen de manifiesto frente a la desenfrenada manera de ver el mundo de la urbe.
Una vida en silencio y detenida en el tiempo es la que caracteriza este corregimiento, en donde el bullicio de las festividades golpea a la entrada del pueblo cada tanto tiempo, donde sus habitantes se convierten en familia y el clima frio un buen amigo, uno que será protagonista de este relato.
¿Son acaso las mejillas rosadas una marca de distinción propia de las personas que provienen de lugares de clima frio? Biológicamente si, los vasos sanguíneos cumplen su labor de aumentar ligeramente el calor corporal y por ello, funcionan como aliados fundamentales para el inclemente frio. Sin embargo, han pensado en como determinamos la procedencia de una persona a través de su fisionomía, vestimenta, modo de hablar y convivir. Es esa posibilidad natural del ser humano de caracterizar, distinguir, construir imágenes y prejuicios a través de pequeños aspectos del otro, es la que alimenta la diversidad pero a su vez, fomenta la desigualdad.
La mirada fija, critica e intimidante de las personas que no habitan las tierras frías hacia la ruana, las botas pantaneras y las mejillas rosadas siguen siendo una manera de ejercer poder y demostrar desigualdad en la sociedad.

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