Cuando trabajar es el peor juego

Editorial

Por Juan Miguel Álvarez Jiménez
Comunicador Social y Periodista/Especialista en Gerencia
María Antonia, de 9 años, no volvió a su escuelita desde hace meses. Hoy en día ayuda a su mamá en “La Galería” un popular sector de Manizales en donde se compra y se vende de todo, desde las más variadas frutas, verduras, ramas y brebajes hasta los almuerzos más tableados, populares y baratos de la capital caldense.
María, es la encargada de separar las arvejas y demás hortalizas, también empaca las verduras y a su corta edad recibe el dinero de las ventas y da las devueltas, su mamá Liliana asegura que su hija es muy buena para las matemáticas.
Juan Manuel es un niño de 12 años, es soprano y le gusta cantar. No lo hace en la facultad de Bellas Artes o en Batuta, entidades reconocidas de la ciudad por su formación cultural. Aunque su mamá le ha ofrecido apoyarlo con la música, Juanma afirma que no le queda tiempo entre el colegio y el apoyo que le brinda a su papá en el taller de mecánica. Juanma debería estar en el grado sexto, pero va un poco atrasado, ya que ha perdido los últimos años por inasistencia. Su jornada de trabajo resulta ser muy rigurosa y según él la prioridad es comer, “Tengo que ayudar en mi casa, porque nadie nos va a regalar nada”, comenta.
Michael va a cumplir 15 años en octubre y cuando grande quiere ser minero como su papá y sus tíos. En lo que va corrido del año ha trabajado con sus familiares en una mina de oro ubicada a tan solo una hora de Manizales. Entre risas dice que hace tanto tiempo no volvió a la escuela, que ya se le está olvidando algunas cosas. El amor por su familia y la oscuridad de la mina, no lo dejan ver la triste realidad, una realidad que comparte con muchos niños colombianos, al igual que María Antonia y Juanma.
Mientras el país se debate entre la crisis sanitaria y las manifestaciones en contra del gobierno, en el mundo muchos niños continúan participando en diferentes formas de trabajo, algunos pagos y otros no. En muchos casos los infantes están obligados a realizar labores ilegales y peligrosas, actividades totalmente reprochables que comprometen el desarrollo físico, mental, social y educativo. Esta realidad no da tregua y a veces, desafortunadamente, se nos vuelve paisaje en países menos adelantados y con mayor índice de problemática social y desigualdad como el nuestro.
Los efectos de la pandemia que tiene de rodillas al planeta, agravan la situación y la explotación de los niños. En los países tercermundistas se siente más fuerte la problemática que cada día está cambiando más pupitres por azadones y palas. Otra situación compleja, repudiable y dolorosa tiene que ver con la “trata de personas”, que particularmente impacta y victimiza a las niñas latinoamericanas.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) uno de cada cuatro niños (entre 5 y 17 años) realizan trabajos no aptos para la salud y el desarrollo. Si miramos las estadísticas globales, África ocupa el deshonroso primer lugar con 72 millones de menores trabajadores, mientras Asia y el Pacífico están en el segundo lugar con 62 millones. Por su parte y con estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, seis millones de niños y niñas son víctimas de explotación laboral en América Latina.
Una Mamá con miedo
Jasmín es una manizaleña de 34 años y desde que tiene memoria, su familia se la ha pasado rebuscando la vida. Recuerda cuando niña que su mamá se paraba horas en la puerta de su casa, al lado de un barril de basura reciclado y con una parrilla en la parte de arriba, donde asaba arepas de maíz.
Jasmín nunca conoció a su padre, y hoy en día duda que aún este vivo. En las pocas veces que preguntó por él, su mamá sólo atinaba a mirarla con rabia y a reprender su pregunta. Hoy en día “la negra”, como la conocen en la vereda, afirma que no le guarda rencor a nadie, ni siquiera al papá que nunca conoció.
Jasmín tiene dos hermanos y ambos se dedican al difícil y peligroso oficio de la minería, al igual que su pareja Didier. La Negra ha perdido a varios familiares en las Minas y lo último que quiere es perder a alguien más a causa de esta peligrosa profesión.
Para todos es bien conocido que la Minería es uno de los oficios más riesgosos en la mayoría de lugares del mundo en donde se realiza. En Colombia se ha venido librando una batalla en varios sentidos que busca legalizar la actividad, buscando prevenir impactos ambientales, pero sobre todo con el objetivo de que no se pierdan más vidas, ya que en nuestro país este oficio se ejecuta en muchos casos, de manera ilegal y artesanal, ósea sin procedimientos ni herramientas adecuadas para salvaguardar la integridad humana.
“Con Didier y con mi hijo mayor Michael peleo todos los días, y ninguno de los dos entiende que yo no quiero que me lleguen con la noticia de que hubo un derrumbe y …” Jasmín, interrumpe su testimonio porque todavía tiene presente la muerte de su tío menor en una mina en Neira. Ella manifiesta que siempre que su hijo de 15 años se va con su papá para la mina, ella piensa lo peor y que tarde que temprano alguien llegará con una trágica noticia. “Es una angustia diaria y por más discusiones, no me hacen caso y me dicen que aparte de necesitar la plata, Dios y la Virgen los acompañan”, Finaliza.
Jasmín también fue una niña trabajadora, al igual que sus hermanos y como lo es hoy su hijo Michael. Siempre luchó para que su suerte no fuera la misma de sus hijos.
¿Fracaso Jasmín como madre?, ¿Es culpa del Gobierno?, o del Congreso de la República que se olvidó legislar a favor de las nuevas generaciones de colombianos. Tal vez es simplemente el resultado de décadas de inequidad social, desigualdad y de pobreza lastimera. Pero hasta cuando la angustia de esta Mamá y de muchas más, ¿será el pan de cada día?, Cómo hacer que se acabe la zozobra de muchos padres que ven que sus hijos empiezan a sentir el rigor de la vida y de la sobrevivencia a una edad muy temprana.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en el Departamento de Caldas en el 2020, había 600 casos de explotación laboral infantil, principalmente en Manizales y Villamaría. Muchos de estos niños lo hacen por gusto y por apoyar y ayudar a su familia, pero la labor de los padres y de los gobiernos de turno es promover la educación, el deporte y diferentes hábitos y formación integral sobre todo en edades tempranas, porque todo tiene un momento y definitivamente, el momento de que nuestros niños trabajen, no debe llegar nunca.
Según cifras del Banco Mundial, nuestro país es el segundo más desigual de
América Latina. En el territorio colombiano 13,5 millones de ciudadanos viven en pobreza, sin servicios públicos y muchos aún hasta en piso de tierra, y esto no paso sólo en el rural disperso del tercer país exportador de café en el mundo, también ocurre en algunos barrios de nuestras ciudades.
Manizales del Alma
Una noticia que alienta esta lucha contra el trabajo y la explotación infantil en la capital caldense tiene que ver con los 294 millones para el Centro de Recepción de Menores de Manizales para fortalecer la atención a 100 niños vulnerables.
Por medio de un convenio con la Alcaldía de Manizales, se busca beneficiar a los infantes y potencializar su formación en ciencias básicas, artes, deportes y resolución de conflictos. También y como parte del programa, se van a visitar los hogares de los niños, para conocer cómo viven y cuál es la relación con sus progenitores ya que en muchas ocasiones los propios padres incitan a los jóvenes a trabajar y abandonar su educación formal.
Para Sandra Trujillo, Trabajadora Social de Manizales, es importante que se realicen acciones contundentes para que los más pequeños estén en las escuelas y las canchas y no en las calles buscando malos hábitos y peligros.
“Sabemos que se vienen adelantando programas por parte de las alcaldías municipales, la Policía Departamental, los grupos de Protección a la Infancia y Adolescencia, el Instituto de Bienestar Familiar y demás entidades que buscan proteger los derechos de los niños y adolescentes. No podemos bajar la guardia y continuar generando todas las condiciones necesarias y suficientes para que nuestros niños crezcan con el derecho a alimento, estudio, etc. Porque finalmente ellos son los que van a tomar las banderas de nuestra sociedad en pocos años, concluyó Trujillo Quintero.
El Ministerio del Trabajo señala que en los últimos años ha descendido la cifra de trabajo infantil en el país, pasó del 7.3% al 5.9% en 2018 y luego al 5.4% en 2019. En Colombia, aún hay un aproximado de 500 mil menores desempeñando labores de adultos, sea por necesidad, por falta de oportunidades o peor aun, bajo el sometimiento de sus familiares, el hecho es que esta situación es repudiable y se debe acabar y aunque la ONU espera que para el 2025 la estadística de niños trabajando en el mundo descienda a 0, pero, si no somos parte de la solución y le damos la mano a las organizaciones que trabajan por la justicia infantil, la ONU jamás tendrá la razón. Queda en nuestras conciencias y en nuestra vida diaria la posibilidad de acompañar, observar y denunciar a los infantes más vulnerados.
La misión que tienen hoy en día las sociedades es velar por los derechos de sus ciudadanos y entre ellos uno de los compromisos más necesarios e importantes es con nuestros niños que son los llamados a tomar las riendas del mundo y a continuar con la preservación de la raza humana, una raza que históricamente ha luchado por la igualdad y las oportunidades. Así es pues que, si ve a un niño trabajando, informe a las autoridades competentes para que se restablezcan sus derechos.
En julio de 2019, la Asamblea General de la ONU declaró 2021 como el Año Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil. Esperemos que para cuando acabe este año, la Pandemia y el Trabajo Infantil, sean un mal recuerdo de nuestros países latinoamericanos y que Juanma, María Antonia y Michael, vuelvan a las aulas y en unos años le sigan aportando a sus familias, pero no por sus trabajos, sino porque crecieron como niños felices y con las oportunidades de una sociedad justa.

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